Fortaleciendo la vinocracia: un alegato en favor de las experiencias enoturisticas al alcance de todos
- Cocó Malbec
- 14 abr
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Un sucinto análisis de las propuestas enoturísticas ofertadas por las bodegas, especialmente las de mayor tamaño, permite comprobar que la oferta se ha diversificado de manera extraordinaria. Se trata de una tendencia lógica ya que el enoturismo es un sector fuertemente competitivo, especialmente en ciertas áreas o regiones. No es extraño pues que las bodegas busquen diferenciarse ofreciendo experiencias cada vez más singulares.
Una de las tendencias que se observan en este momento en el enoturismo es la “premiumización”. Esto significa ofrecer productos y servicios realmente superiores a los de la competencia, con valor añadido y que presentan atributos específicos. Por esa razón, de manera creciente, las bodegas están diseñando propuestas de alto valor (simbólico, pero sobre todo material) enfocadas en la exclusividad y la sofisticación; propuestas fuertemente personalizadas y en muchas ocasiones marcadas por el lujo lo que, obviamente, conlleva (y justifica) unos precios más elevados.
Maridajes entre vinos y alta gastronomía saboreando tapas creadas por chefs con Estrella Michelin; degustación de añadas únicas; paseos en globo sobre los viñedos; cruceros fluviales; talleres de cocina; tratamientos de vinoterapia personalizados; tours privados por la bodega acompañados de un sumiller... Experiencias sin duda únicas y extraordinarias pero que, obviamente, no están al alcance de todos.
Al mismo tiempo, dado que el vino sigue siendo en muchos casos un marcador social de prestigio, existe una (pequeña) parte de la población, de alto poder adquisitivo, que demanda cada vez más este tipo de experiencias (caras) que le permiten señalar la diferencia con otros sectores sociales. Y no hemos de olvidar tampoco que, desafortunadamente, el vino forma parte también de comportamientos vinculados a eso que conocemos como “postureo social”. No es extraño pues que esas experiencias premium vuelvan locas a numerosas personas interesadas en publicitar en las redes sociales una imagen de sí mismas marcada por la diferenciación, la exclusividad y el lujo.
Sin embargo, en un mundo caracterizado por las sobrecargas sensoriales, el marketing abusivo, la competencia y el materialismo, lo verdaderamente extraordinario es disponer de tiempo para disfrutar de manera sencilla de entornos y lugares en los que poder reconectar con la naturaleza y con nosotros mismos. La verdadera exclusividad es poder generar lazos emocionales con las personas y los paisajes. El verdadero lujo consiste en tener la oportunidad de contemplar y admirar la tierra porque, a fin de cuentas, de ella procede ese maravilloso prodigio que es el vino. Y todas estas cosas están -o deberían estar- al alcance de todo el mundo.
Por esa razón, es absolutamente necesario recuperar la verdadera esencia del enoturismo. Parafraseando a Georges Brassens -a quien se le atribuye la famosa frase “El mejor vino no es necesariamente el más caro, sino el que se comparte”- yo diría que la mejor experiencia enoturística no es la más cara, sino la que se disfruta en buena compañía y deja huella. Y eso es algo que no necesariamente está vinculado al relumbrón, la ostentación y el dinero sino, sobre todo, a la felicidad, la naturalidad y la autenticidad.
Me ha gustado mucho el artículo.